Apartado del mundial ruidoso había una vez una cabaña.
En ella moraba una mujer,
de esas que llaman “mujer de familia”.
Un día se encerró entre sus cuatro paredes,
sin más motivos que compartir su forma de respirar.
Cada día se levantaba la primera.
Se sentaba ante un pequeño altar,
que había colocado con esmero junto a su lecho.
Se sentaba,
cerraba los ojos y
respiraba despacio.
Lo hacía tan despacio como un susurro.
Respiraba
y respiraba.
De tanto respirar en silencio…
el silencio se convirtió en el único sonido audible de la cabaña.
El silencio invadió las paredes y
poco a poco…
ajardinó de flores de loto y margaritas una vereda cercana.
Desde allí salía cada mañana,
y regalaba píldoras doradas de silencio,
caramelos plateados de belleza y de calma,
palabras dulces…
Para Dormir Mejor
Sonríe sin cesar desde el silencio. La vida sabe mejor desde el silencio.