Vivimos en un mundo que tiene que recrear sus costumbres cada 15 días. Con el yoga pasa lo mismo. La esencia del yoga es adaptable, ajustable, acomodable.
La proliferación de estilos de yoga, alejados de la tradición, alimenta una industria en auge.
La sociedad occidental ha encontrado en el yoga un bálsamo para combatir el estrés de un estilo de vida acelerado y sedentario. Bien sea por razones de salud o por motivaciones más espirituales, esta práctica milenaria tiene cada vez más adeptos. La proliferación de estilos, más alejados de la tradición y en ocasiones más cerca de la gimnasia, alimenta una industria en auge.
Los centros que imparten clases se multiplican. Lo mismo sucede con los libros y las webs que hablan de ello, los vídeos en Internet para practicar desde casa y las tiendas online que venden esterillas de todo tipo de grosores y materiales. El yoga nació en India hace 4.000 años como una forma de mantenerse sano física y mentalmente. Pero ha sido Estados Unidos quien ha sabido sacarle un gran beneficio económico: se calcula que unos 20 millones de personas practican esta disciplina en el país, frente a los cinco millones de 2001, y que mueve al menos 10.000 millones de dólares al año.
En España, el 12% de la población se confiesa adepta. La mayoría de ellos se ha enganchado durante los últimos tres años, según un informe del sitio online Aomm. El futuro es prometedor: al 52% de los que no practican, les gustaría hacerlo. “Ha dejado de ser un sistema filosófico elitista para convertirse en algo más popular que ha ido evolucionando”, explica Pepa Castro, directora de Yoga en Red. “El yoga atrae porque da respuesta a muchos problemas de nuestra época: trastornos físicos provocados por una vida sedentaria, estrés, insatisfacciones…”, añade. La práctica, dicen sus adeptos, enseguida da resultados: mejora la espalda, las articulaciones, el ánimo y el control del estrés.
El yoga ocupa el séptimo lugar entre las tendencias de fitness más seguidas del mundo, según el estudio ACSM Worldwide Survey of Fitness. “Vivimos en un mundo que tiene que recrear sus costumbres cada 15 días. Con el yoga pasa lo mismo”, opina José María Márquez, Gopala, profesor de la Escuela Sivananda en Madrid. “Nosotros seguimos con la tradición. Pero la esencia del yoga es que es adaptable, ajustable, acomodable. Mucha gente entra en contacto con el yoga a través de un estilo determinado y luego se dan cuenta, poco a poco, de que hay mucho más y acuden a una escuela más clásica”, afirma. Otro profesor, Julián Peragón, director de la escuela Síntesis en Barcelona, considera que, “la divulgación del yoga en Occidente ha dejado de lado un parte sustancial, la meditativa, aunque hay escuelas serias”.
La capacidad de transformación del yoga se traduce en múltiples estilos. Los tres expertos consultados explican que el más tradicional es el Hatha. A partir de ahí la lista crece: Iyengar, Ashtanga, Kundalini, Power Yoga, Bikram, Vingasa… Hasta algunos estilos mixtos: yoga con pilates, con baile, con acrobacias…
Junto a la pureza de la práctica, hay otro debate sobre la batalla por patentar los derechos de propiedad de las posturas, que comenzó en 2002 cuando el millonario Bikram Choudhury trató de obtener los derechos para su serie de 22 posturas practicadas en una sala caldeada a 40 grados.
Fuente: https://elpais.com/internacional/2015/08/14/actualidad/1439550349_068162.html